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lunes, enero 29, 2007

Sangría de mujeres

Continúa la sangría; hoy ha muerto en Soria una mujer tiroteada por su ex marido. Es la tercera víctima mortal en lo que va de año; el número de las otras víctimas –las “no mortales”-, lo desconocemos con exactitud (sólo el 5% de las mujeres maltratadas presenta denuncia). Pero sabemos que es inmenso, ya que inmenso sería aunque sólo fuera uno.
A finales del año pasado tuvo lugar en Montevideo una "Marcha de los varones contra la violencia doméstica”. José Saramago escribió con ese motivo una hermosa y aleccionadora carta al Intendente de Montevideo que reproduzco a continuación:
“Tomados uno por uno, los seres humanos no parecen ser capaces de hacer milagros, pero los pueblos sí. La semilla que ahora se está sembrando en Uruguay puede abrirse mañana en alfombras floridas, levantarse al cielo como una floresta gigantesca, cubrirse de pájaros que entonarán el cante de la más hermosa armonía, esa que habrá de colocar frente a frente a hombres y a mujeres libres e iguales en derechos y deberes, que permanecerán intocables (ojala) durante todos los tiempos de los tiempos, como una moneda de oro que nunca perdiese su valor.
La violencia machista (el mal trato físico y psicológico, la tortura moral y material, la muerte violenta) es cosa de hombres que hombres tienen que resolver. La impotencia de las leyes es manifiesta por muy generosas que se presenten. Son los hombres (los otros) los que deben asumir la responsabilidad de instalar la cordura que siempre debió presidir nuestras vidas. Cada vez que una mujer muera a manos de un hombre, cada uno de nosotros (los que nos consideramos honestos, pacíficos, buenos) debería sentirse injuriado en lo más hondo de su persona, debería experimentar el peor de los remordimientos porque, pacíficos o criminales, todos hemos sido los herederos de una misma tradición aberrante: la del dominio "natural" del hombre sobre la mujer. Ese tiempo ha terminado y no tendrá vuelta atrás. Manifestándonos en las calles, pregonamos con nuestro silencio o con nuestra palabra (si no podemos callarla) esta verdad. El futuro nos lo agradecerá”.
No callemos las mujeres. Pero que tampoco callen los hombres.
Guayasamín, Oswaldo: Lágrimas de mujer